Cuando estaba
decidiendo mi vocación y pensaba en la posibilidad de ser Hermano Menesiano, me
imaginaba enseñando entre los jóvenes, dando una clase, animando un grupo de
fe, dando un consejo... Todo eso se cumplió. Pero, el gran descubrimiento fue
comprender que cuando Dios me llamó a ser Hermano de los jóvenes, me estaba
señalando el camino a través del cual se iba a ser presente en mi vida, y
manifestaría cuánto me ama y la capacidad de amor que reside en el corazón de
un corazón que se deja transformar por Él.
Comparto
con ustedes uno de los emails que nunca elimino de mis correos. Es de uno de
esos jóvenes que Dios puso en mi vida y que desde que lo conocí sé que pasa
tardes acompañando niños enfermos en los hospitales. De él he aprendido la
gratuidad del amor de Dios y qué es eso de ser ángel de los pequeños.
“Guillermo: Una de las principales cosas por las que te escribo, es
porque creo totalmente en el poder de la oración. Esto porque hay un chiquito
de 11 años que se llama Emiliano. Lo conocí en enero. Cuando llegó al
Hospital, tenía muy buena cara, muy buen ánimo, pero le habían diagnosticado un
cáncer en los intestinos. De ese tiempo a hoy, la quimio mostró sus
consecuencias. Y ayer cuando lo fui a ver estaba muy para abajo porque le
habían hecho mucha quimio. Tenemos una muy buena relación, y me pone mal que
esté así, y me duele el alma (literalmente). Como te dije, creo en el poder de
la oración y más en la que viene de tu corazón. Si no te molesta me gustaría
que reces por él.
Creo que mi relación con Emi me está dando respuestas para la pregunta
que hiciste en el mail: ¿Cómo hacer para
que los sentimientos de Cristo, su propuesta, despierte nuestro deseo
y nos ayude a concentrar todas nuestras fuerzas en él y podamos vivir más
unificados? También hay otro chiquito que se llama Edu, tiene 3 años, y tiene
un espíritu increíble. Nos divierte un montón, juega muchísimo. Él también está
hace bastante tiempo.” E.M.