1860-2010
Ploërmel, 26-28 de noviembre
Como Hermano Menesiano, la Casa Madre ocupa en la memoria de
mis afectos un lugar primordial. Tiene ese poder de hacerme volver a las raíces
de mi identidad. Algo así como la casa de la abuela que visitaba de niño: la
higuera que trepaba, la planta de palta del jardín del frente que sufría con
nuestros intentos por desgajar un fruto con una larga caña, el pequeño arbolito
de pitanga, la inmensa mesa de los encuentros debajo de la parra, la sala llena
de gente para el momento del té de la tarde cuando aparecían los ‘escones’
recién horneados de la abuela, las carreras alrededor de la casa que a la gente
mayor ponía nerviosa,…
La Casa Madre tiene una fuerza evocadora de los primeros
momentos en los que comenzaba la siembra menesiana. Cada vez que la visito, sus
muros me confían los pensamientos del Padre La Mennais, sus anhelos, su alegría
al recibir noticias sobre la marcha de uno de sus colegios, su preocupación por
los Hermanos sembrando evangelio bajo el sol de las Antillas, … Me transformo
en tierra fecunda recibiendo las palabras que Juan María subido a esa gran
piedra en el cementerio, sembraba en los
corazones de sus hijos. Me convierto en cómplice de esos Hermanos que movidos
por el reconocimiento debido a su Padre y Fundador, planeaban desoír su voluntad
y reservarle un sitio de honor en la Capilla…
Estos días de festejo en nuestra Casa Madre con ocasión de
la inauguración del año aniversario de la muerte del Padre La Mennais, ha renovado
en mi interior el deseo profundo de seguir comprometido en mantener candente,
no un recuerdo fosilizado de un pasado heroico, sino la memoria viva,
actualizada en el contexto de hoy, de un carisma que no ha agotado aún toda su
potencialidad.
Son nuevos tiempos de cosecha para el carisma menesiano. La
presencia de Hermanos y de Laicos
procedentes de distintas latitudes, la nota de familia aportada por el
testimonio de las Hijas de la Providencia, los jóvenes alumnos de uno de
nuestros colegios de Bretaña sumándose a la fiesta con la frescura de su
creatividad, los docentes menesianos en búsqueda de nuevos caminos de siembra a
través de la educación, los Hermanos mayores abriendo casa y corazón para
acoger a todo el pueblo de Ploërmel que se unió a celebrar como Iglesia la vida
de nuestro Padre Fundador,…
Son muchas las instantáneas de estos días que me comprometen
como Menesiano a no hacer de este año un simple ejercicio de memoria, sino una
búsqueda apasionada del querer de Dios, y una toma de decisión confiada, a fin
de renovar la entrega creativa de Juan María por la evangelización de los más
pequeños a través de la educación.
El festejo de un año aniversario no es solo una ocasión para
cortar cintas; sino, sobre todo, un año para animarnos mutuamente a desatar
nudos y liberar la fuerza creadora del Espíritu en la Familia Menesiana.
Agradezco de corazón a todos los que han hecho posible la fiesta vivida y le
pido a Dios el don de su Espíritu para poder ser fiel al don que he recibido a
través de la persona de Juan María.
¡A sembrar mucho!