"El situar la tarea principal de la
teología actual y del futuro en el campo de la eclesiología, de la mariología y
otros temas semejantes, abordados explícitamente por el Vaticano II, sería
engañarse trágicamente sobre el sentido del concilio. La teología de hoy y de
mañana deberá convertirse en teología del diálogo con los hombres que piensan
que les resulta imposible creer. Será preciso, por tanto, reflexionar a fondo,
con una sinceridad radical, sobre lo que piensa y quiere decir cuando habla de
Dios y de Cristo…" K.Rahner, 1966 en
La situation actuelle de la théologie en Allegmane, Recherches et débats 51,
224
En casi todos los ámbitos eclesiales, decir
algo así, teniendo delante el panorama actual, pareciera algo obvio. Pero
haberlo dicho hace ya 45 años, define a un profeta. No en el sentido de quien
anticipa el futuro, sino, en el sentido bíblico de la palabra: quien habla en
nombre de Dios, en una determinada situación histórica, poniendo en un
lenguaje comprensible su voluntad.
Rahner nos señalaba entonces el camino a
transitar para presentar el ‘logos’ sobre el Dios en el que creemos
(Teo-logía). Se trata de la teología del diálogo con los hombres que piensan
que les resulta imposible creer. En cierta forma, aquel inspirado teólogo, nos
indicaba todo un programa pedagógico a desarrollar:
Ponernos en actitud de diá-logo, es decir, compartir el
logo que cada uno trae, disponiéndonos a acoger la palabra del otro. El
acento está puesto en el presentar al otro mi `logos`, y no en el
convencer o defender.
Nuestros interlocutores válidos son las personas que
piensan que no pueden creer. No se trata de elaborar discursos encriptados
en nuestra propia comunidad eclesial buscando justificarse ante los
demás, y mucho menos, discursos condenatorios del mundo ‘infiel’; sino de
compartir el logos para que se haga ‘presentable’, ‘creíble’ el logos
sobre Dios.
A los cristianos nos compromete a volver sobre nosotros
mismos con una sinceridad radical, buscando clarificarnos la imagen de
Dios en el que creemos, dejándonos interpelar por las dificultades que nos
presentan los que piensan que no pueden creer en el Dios que les
presentamos.
Sigamos buscando caminos de diálogo para hacer
posible la Nueva Evangelización
Hace
unas semanas, alguien con quien Dios, el tiempo, y la vida me han unido en
amistad sincera, me ha escrito anunciándome su pronta jubilación. Me pedía
oraciones para continuar escribiendo el nuevo capítulo de su historia personal,
con la misma hondura y coherencia con las que escribió todos los anteriores.
Además
de mis oraciones, le he escrito las siguientes líneas, que tal vez puedan
ayudar a otros que estén haciendo el mismo ensayo.
De
común acuerdo, las compartimos.
¡Buenos
días!
Antes de comenzar mi
mañana de trabajo, te escribo para decirte que desde que me enviaste el email
pidiendo oraciones por tu persona en la nueva etapa de vida que estás por
comenzar, lo vengo haciendo según lo has solicitado.
Pero también me he
puesto a reflexionar acerca de lo que puedes estar sintiendo, aunque no me es
posible captarlo plenamente.
Te quiero compartir
algunas pistas que me fueron apareciendo mientras iba rezando tu tema:
· Realmente la jubilación es un tema serio para
cualquier persona, porque es acercarse a la experiencia del límite, de que algo
se acaba, de que se van cumpliendo etapas. Y somos inteligentes y sabemos que
detrás de los límites pequeños, está oculto el gran límite. Por eso, la
jubilación es más que un cesar de hacer la actividad que ha llenado nuestro
tiempo durante tantos años.
·También es
cierto que, a través del trabajo las personas nos autorrealizamos. ¿A quién no
le gusta ser felicitado por un trabajo bien hecho? ¿A quién no le agrada ser
buscado por el saber que domina, por lo competente que puede ser en un área?
Sí, a través del trabajo, se afirma nuestra autoestima, emergen nuestras
cualidades y desarrollamos potencial dormido.
El
cesar de una actividad, significa que esas experiencias no se van a repetir cada día para alimentar nuestra sana
imagen. Sana imagen que todos necesitamos sea valorada.
·Al
interrumpirse la actividad laboral, cesan también ese mundo de relaciones, el
contacto diario, las historias de vida compartidas con tanta gente, el apoyo
mutuo entre compañeros de trabajo, y tantas historias de la gente que viene en
busca de nuestros servicios, y que también muchas veces nos deja en el
escritorio un trozo de sus vidas.
Podría
seguir enumerando otras pérdidas que se suman en este cambio fundamental en la
vida de una persona. Pero, para que no caigas en la depresión temida, no voy a
insistir en ellas.
Quisiera
darte las pistas de vida que descubro al reflexionar en tu tema:
* ¡Qué bueno sería que esta
experiencia que vas a vivir te ayudara a celebrar tu acción de gracias, -eso precisamente
significa la palabra ‘eucaristía’! Dar gracias porque has sido una de las
afortunadas que ha estudiado y ha podido vivir de su profesión. Realmente
afortunada. Ya sabes que son muchos los que no pueden ni estudiar ni vivir de
su trabajo. Y a ti se te han dado las dos cosas.
Te invito a hacer memoria de tus
años de estudiante, cuando estabas por elegir la carrera. Las inseguridades,
las dudas, el cansancio del tiempo de exámenes, el último examen, el día en el
que te recibiste,… y mirando para atrás, dar gracias y asombrarte de todo lo
vivido. ¡Quién iba a pensar que ibas a ver tu sueño realizado! Pero, ¡así fue!
Has corrido la carrera, y no lo has hecho en vano. Has llegado a la meta. Eres
una de las bendecidas que ha podido llegar al final y cumplir parte de sus
sueños. (Cfr. Filipenses 3, 12-14)
Súmale a ello, el poder decir que
has logrado como mujer contribuir al
sostén de tu familia con el fruto de tu trabajo. Ya sabes que para ustedes las
mujeres, simplemente por el hecho de serlo, el ser exitosas en el mundo laboral no está
siempre garantizado. Y vos lo has conseguido.
* Pero, saliendo del aspecto
remunerativo, te sugiero que hagas otro ejercicio de memoria: Repasa en tu
historia los momentos de tu carrera laboral que te dieron mayor satisfacción.
Aquellos instantes de gloria sana que experimentaste. Recupéralos uno a uno, con sano orgullo.
Y en particular te invito a traer
al presente esas otras experiencias que te llenaron de un gozo más interior, y
a veces oculto a las miradas del mundo. Acuérdate de esas ayudas gratuitas que
has podido brindar a gente que no te habría podido retribuir…Consejos dados a
personas que no han tenido tu educación, los servicios prestados sin esperar
recompensa, las manos tendidas que tu profesión te permitió ofrecer, y que
otros hubieran usado para su beneficio personal o habrían ignorado porque no
les reportaba en prestigio profesional. Supongo que te aparecerán rostros,
situaciones, que no estarán registradas en tu curriculum vitae ante tus
colegas, pero que, ante el Gran Escribano que tiene escrita tu historia en la
palma de su mano, serán legibles en fuertes caracteres (Cfr. Isaías 49, 16).
* Una última cosa que te puede
servir en este momento: Creo que es bueno para todo el mundo afirmarse en su
autoestima; pero, tal vez, el ejercicio de la profesión nos puede desviar del
verdadero sentido de nuestro valor personal. Me explico: Quizás por creer que
nuestro valor lo tenemos que estar siempre conquistando a través de nuestras
obras y cualidades, así pasamos la vida
creyendo que valemos por lo que hacemos. Y los éxitos sanos que cosechamos nos
reafirman en esta confusión.
Pero, llega el momento en el que ya
no podemos seguir auto afirmándonos por nuestras obras laborales, por la
jubilación, como es tu caso, otros, por
salud, y de repente se nos corta uno de los manantiales fundamentales del cual
saciábamos nuestra sed de autoestima… Y podemos empezar a sentir la hondura del
deseo de plenitud que todavía nos habita,… y por eso, también tienes que dar
gracias por esta experiencia. Esta situación de vida puede convertirse en una
nueva oportunidad para reafirmarte a ir a la fuente de agua viva que se te dona
gratuitamente. (Cfr. Jesús y la Samaritana, Juan 4, 1-42). Te invito a leer esta nueva etapa
de tu vida como la última etapa en la que Dios te sigue invitando a experimentar
más fuertemente su PATERNIDAD: ‘Tú eres mi hija amada, en quien me complazco’ (Cfr.
Marcos1, 11).
Te dejo por aquí, cuando Dios me
inspire algo nuevo te lo haré saber.
Sigo rezando por ti, seguro que vas
a encarar esta etapa con hondura e intensidad como viviste los años de servicio
profesional.
Te saluda un hermano que no puede
aún confirmar sus palabras con la experiencia, y que solo el sentimiento
fraternal le ha animado a escribirte.