domingo, 12 de septiembre de 2010

La puerta siempre está abierta


La palabra de Juan María nos ayuda a entrar en sintonía con el evangelio de este domingo de la Misericorida.
Para poder reunir a las ovejas dispersas, hagamos experiencia personal de ese Dios que nunca desespera de nosotros. ¡Buen domingo!


Lectura: Lucas 15,1-7
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo entonces esta parábola: «Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido”. Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».


“Todos los días vemos, pobres ovejas descarriadas, que poco a poco se acercan al redil y que al final entran, porque en lugar de sentirse asustadas por los gritos, han oído una dulce voz que les decía: pequeña oveja, oveja muy amada, ven; la puerta siempre está abierta; el buen pastor, te creía perdida y su alegría ha sido grande cuando te ha encontrado; mira, tú huías y sus brazos permanecían extendidos y su boca no se ha abierto más que para evitar que te perdieras. La oveja rebelde, como “hechizada”, levanta la cabeza y no sabe bien lo que debe creer ni lo que debe hacer; va hacia la derecha y después hacia la izquierda, hacia delante y hacia atrás, duda, gira, de alguna manera, sobre sí misma; pero la voz habla constantemente: ovejita, oveja muy amada, ven; y Dios mediante, he aquí que acude, dubitativa, palpitante… ¿La ves? Dobla sus rodillas, baja su cabeza; se encuentra a los pies de quien nunca ha desesperado de ella.” Juan María de la Mennais


"Un hermano (un menesiano) es enviado como Jesucristo mismo lo ha sido, 
para reunir las ovejas dispersas de la casa de Israel" 
Juan María de la Mennais


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