sábado, 9 de octubre de 2010

Una Señora que sigue haciendo milagros…



La semana pasada tuve la ocasión de visitar el Santuario de Lourdes en el sur de Francia. La historia de la aparición de la Virgen no necesita ser presentada. Tampoco se trata de relatar la larga y profunda tradición menesiana en esta pequeña ciudad mariana. Prefiero detenerme en compartir la grata impresión que me causaron ciertas estampas de las que fui testigo.

No me voy a olvidar de los jóvenes voluntarios, venidos de distintas partes, que se ofrecen a donar tiempo para servir de guías, y acompañar a miles de peregrinos que llegan con la mochila de sus vidas cargada de intenciones.

Como la Joven Nazarena que, enterándose de la situación de su prima, salió presurosa a darle una mano, chicos y chicas adolescentes, se ofrecen a empujar  sillas de ruedas, camillas, carros, que esperan su turno para pasar por el sendero de la Gruta a los pies de la imagen de la Buena Madre.

Estos jóvenes son normales: se ríen, bailan, cantan, celebran,… Son jóvenes de nuestra Santa Madre Iglesia, vinculados a grupos de fe,  colegios católicos,  movimientos de espiritualidad, que creen que donar tiempo sirviendo a los demás,…les llena la vida de sentido. Son jóvenes para quienes la fe no queda reducida al espacio de lo privado sino que la viven abiertamente en comunidad.

Visitar Lourdes es tocar la beta simple de humanidad que nos hermana a todos los seres humanos. Es sentir el peso de aquellos para quienes la Cruz tiene rostro de una enfermedad soportada a veces desde hace ya varios años, o una situación de vida que no requiere una silla de ruedas, pero cuyas huellas son los surcos de tristeza que atraviesan la mirada…

Pero también, visitar Lourdes es descubrir la grandeza del ser humano que movido por la fe,  se olvida de sí y se dona haciéndose Cirineo de un peregrino que necesita ser acompañado.

Seguramente la mayoría de los visitantes vuelve a su casa sin haber cambiado su condición de enfermo; pero, sin duda alguna, su cruz ahora lleva escrita el nombre de aquel voluntario que le hizo patente la cercanía de la Madre y de su Hijo.

Estos jóvenes también son la Iglesia,
aunque la prensa no se ocupe de ellos.

1 comentario:

PROYECTO EDUCATIVO INSTITUCIONAL dijo...

Gracias, Guillermo. Hoy el evangelio nos recuerda el encuentro de Jesús con los Diez leprosos... demos gracias por quienes se acercan, no guardan distancia, a los que sufren... eso devuelve la dignidad, y nos hace más personas, más hermanos. Gracias por cada joven anónimo que es capaz de darse al otro, creyente o no creyente.... ¡todo suma al reino! ¿verdad?